Quizá el despertador sonó antes de que Fabrício me llamara. Habíamos comprado los billetes para el autobús que salía de Santos hacia São Paulo a las 4.15, pero me desperté con su llamada a las 4.10. A las 5 de la mañana estaba en la carretera y cada vez que estoy en una me llaman la atención dos cosas: los accesos inaccesibles y el misterio que trae la oscuridad de los ríos. Duermo en el autobús, me despierto y a las 6.13 me encuentro con Fabrício y Joana en la terminal de Jabaquara. A las 8.12, Lia en la estación República.


Fue un sábado de tiempo abierto cuando parte del equipo del Instituto Procomum visitó la aldea Tekoá Yvy-Porã bajo el lema “El cuidado en la cosmovisión Guaraní”. El evento es organizado por la Escuela Abierta de Cuidados. Rodrigo Carancho, el organizador, abrió el evento recordando una frase que, como una señal de avión en la playa, se me ha aparecido constantemente en diferentes contextos: “El futuro es ancestral”. Mientras él habla, la señora Irene Mendonça (nombre indígena Jaxuká Mirim) nos prepara café y Xipá, algo parecido a la masa de los pasteles que, según nos contó, antes se preparaba con harina de maíz y directamente al fuego, pero ahora se sustituye por harina de trigo y fritura en aceite. Esperamos en un espacio, rodeados de los colores de las cuentas y semillas que componen los accesorios que allí se comercializan.


Fuimos a la Casa de Rezos (Opãn), el corazón de todo pueblo guaraní, como nos dijo Isac Taray (nombre indígena Xamõi), considerado el Pajé de esa comunidad. Digo “considerado” porque es el término que utilizó al presentarse ante nosotros. Es allí donde se renuevan las fuerzas espirituales, comienza la vida, los jóvenes aprenden la importancia de las tradiciones y se realizan los rituales, y también es allí donde la vida termina. Dispuestos en círculo (formado por 40 personas, 30 de ellas mujeres), los visitantes vimos al Pajé, de muy buen humor, hablar, cantar y bendecirnos con el humo del Petynguá, algo parecido a una pipa que, ya en 1998, Gabriel Pensador llamó la pipa de la paz, vaciando el significado del objeto sagrado cuyo humo se eleva a Tupã. El Petynguá sólo puede ser usado por los líderes y, como el chimarrão y el maíz, forma parte de la cultura guaraní. “Dicen que el chimarrão es gaucho. No lo es. Es nuestra tradición”, dice Xamõi.

“Cuando usamos el Petynguá para obtener una respuesta, nos lo fumamos 3 veces, porque en la vida, 3 es el número de oportunidades para tener éxito en lo que queremos”


Mientras le escuchaba, me di cuenta de lo evidente que era para él la estupidez de nuestro modo de vida, y no es que antes no lo tuviera claro, pero es en estas ocasiones cuando nos damos cuenta de la fuerza de la idea de Mark Fisher de que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Nuestro sistema es duro y triturador, pero seguimos despertándonos cada día para vivirlo, aunque luchemos contra él. Lia me contó en voz baja lo bueno que fue pasar buena parte de su vida en Iguape, en una granja alejada de la ciudad y rodeada de animales de todas las especies. Hoy es feliz en el centro de São Paulo, pero confieso que saberlo me hizo comprender la paciencia y la dulzura tan características de la directora de Expansión e Impacto de IP.

“Hoy en día, los adolescentes están ilusionados con la cultura blanca, pero en las sociedades indígenas nunca verás a un niño abandonado. Si un niño pierde a sus padres, lo acogen otros. El niño es de todos” Xamõi

Es imposible no pensar en Kopenawa, en el Cacique Raoni, en Guajajara, en Juruna, en Krenak y en todos los pueblos de los que nos habla Xamõi, y en tantos otros líderes indígenas que se ven a sí mismos como parte de un todo que también incluye a la tierra y a la naturaleza en el mismo nivel de importancia. Xamõi nos cuenta que en una ocasión se cruzó con Ailton Krenak, allá por los años 80, cuando juntos presentaban el “Programa de Índio” en Rádio USP.

La resistencia de los pueblos nativos, en mi opinión, es la permanencia de la existencia de un modo de vida real, que hace posible la vida de nuestros descendientes y de otros seres de la tierra. Santos, por ejemplo, tiene la mayor barriada de favelas sobre pilotes del país a orillas del río Bugres, donde viven miles de familias que vierten allí los residuos domésticos y asfixian el manglar y el río, que hoy no es más que un bulto. Por otro lado, en el lago Titicaca viven los Uros, un pueblo que, en armonía con la naturaleza, cría animales pequeños, niños y depende desde hace siglos del lago, que tiene casi 2.000 especies de peces. 

“Me hace gracia que haya gente que dé por hecho que un río es sagrado mientras esté ahí en la India” Krenak


Tampoco pude evitar pensar en la confluencia de la que habla Nêgo Bispo, y que también cita Krenak. Allí, escuchando al Cacique, pensé en los Orixás que me presentaron mis antepasados. Mirando hacia la cumbre del Pico Jaraguá, Marcio, el Cacique dice con palabras y con una mirada que no puedo reproducir en texto: “No se puede ofender a un Dios al que se reza”. ¿Cómo es posible que la antigua cultura indígena se parezca tanto a la cultura que aprendí en el santuario? ¿Cómo Olooke y Oxóssi me parecen tan palpitantes en las palabras de aquel hombre? “Confluencia”, respondió Nego Bispo. En el santuario cantamos para recibir entidades, para “bajar el santo”, como dicen; en la aldea, los indígenas saben la importancia de quedarse: “Si nos vamos de aquí, nuestros dioses no bajarán más”.

Además de mis notas, creo que sería enriquecedor incluir aquí algunas de las notas de mi amiga Joana Chaves, que recogió algunos extractos de los discursos de Isac Taray:

“La aldea Yvy-Porã es la más reciente en Jaraguá, aquí hay más de cinco aldeas, pero de estos centros indígenas sólo uno está demarcado por el Gobierno Federal y el mapa muestra que hay 17 hectáreas, pero no ha habido ninguna mención de las hectáreas de Yvy-Porã.

Cacique lleva un tocado de plumas de guacamayo, Pajé con plumas de águila, mostrando sabiduría y amplitud de visión.

Dentro de esta comunidad indígena, las actividades no se dividen por género, según él nunca existió tal división, algo creado por la sociedad blanca.

En las actividades cotidianas, cada uno ayuda al otro, sean hombres o mujeres, que deben trabajar juntos para que la casa funcione. Cuando se trata de rituales, hay instrumentos que los hombres no utilizan, pero las mujeres sí, y viceversa.

El Pajé percibe el estado emocional de las personas, recibe mensajes a través de los sueños (en el caso de Isaac Taray), cuida las tecnologías del bosque y sabe cómo tratar enfermedades a través de ellas.

Los niños de la aldea tienen acceso a la escuela dentro de la aldea porque en la escuela de los blancos se maltrataba mucho a los niños.

También es una propuesta para que sean representantes de su propio territorio. No hay un orden en el que aprenderán a hablar portugués o guaraní, a algunos les resultará más fácil que a otros, pero será el período de la escuela primaria el que lo determinará.

La imagen del Pajé estaba perdiendo su significado y se celebró una reunión para hablar de ello. Isaac trabaja en la UBS desde hace 10 años.

En cuanto a la comida, el espacio es muy limitado y es difícil plantar y cosechar porque no es sólo para una familia, sino para todo el pueblo. En otras palabras, emigran al mercado, dando siempre preferencia a lo que es más natural”.

Allí, en la aldea Tekoá Yvy-Porã, viven 11 familias que luchan por la demarcación y se muestran visiblemente molestas cuando son preguntadas al respecto, prefiriendo hablar de su relación con las distintas especies de abejas que mantienen generaciones y de la importancia de la cera que estos animales producen para los rituales. Con ese material se fabrican las velas que se utilizan en el bautizo de los niños. Márcio cuenta que, en la primera noche de vida, el niño revela su nombre a la luz de la vela sagrada. “Hay dos nombres, uno que se puede pronunciar y el otro es el nombre del espíritu”.

Hablando de niños, en medio de todo, destacaba Mylena, una niña indígena de cinco años que tenía muchas ganas de acompañarnos y aprovechaba cualquier oportunidad para invitar a todos a visitar su casa y la de su abuela. Joana también describió su contacto con la niña:

Mylena y las arañas

Mirando a los cerditos que aún están creciendo, pero creo que ya son bastante grandes, la pequeña Mylena coge un mechón de pelo del cerdo y dice:

– ¡Para ti!

Luego dice, casi inaudiblemente y con una mirada muy atenta como diciendo “ahora lo que te voy a enseñar no lo has visto nunca” y suelta:

– ¡Las arañas! ¡Ven y mira!

Lia y yo salimos, de la mano de la niña, y detrás del Opãn nos encontramos con la alta ciudad de las arañas. Arañas grandes, con telarañas aún más grandes que van desde la pared hasta la copa de un árbol de unos 2,70 metros de altura”.

Solemos decir que el Cuidado permea las prácticas en el Instituto Procomum y allí vi como el Cuidado como tradición permeaba toda una sociedad, el Cuidado de los niños, de los visitantes, de la naturaleza y del territorio. Cuando me fui, pensé que debía volver de nuevo para absorber un poco más de esa cultura, pero lo cierto es que volviendo 2 ó 85 veces, la ancestralidad no se enseña ni se aprende, se siente, se vive. Hablar del futuro ancestral es hablar de la imposibilidad de pensar en un futuro sin mirar lo que había antes que nosotros y la presencia masiva de ciudades encima de la tierra aplastando todo lo que viene de ella. “El sistema te sitúa en una vida diferente a la que deberíamos llevar viviendo en la tierra”.

 

Del 15 al 29 de marzo de 2023, el Instituto Procomum abre la convocatoria para LA Cuida – Laboratorio de Activación de la Economía del Cuidado, que se realizará en Cali-Colombia. El objetivo es reconocer, mapear y articular acciones e iniciativas comunitarias en América Latina que se centren en prácticas de Cuidado, ya sea en la cultura, la economía y/o la política. Estaremos en territorio colombiano, conociendo e intercambiando prácticas ancestrales de Cuidado en este territorio con características muy similares a las nuestras. Visite el sitio web y sepa más.

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